La lectura frecuente de la Biblia es vital para la fe. En ella buscamos dirección, consuelo y conocimiento de Dios. La misma Biblia nos habla de la bienaventuranza de la persona que «en la Ley del Señor se deleita y día y noche medita en ella» (Sal. 1:2-3). Sin duda, tener acceso a la Palabra de Dios, poder leerla y meditar en ella todos los días es un privilegio invaluable.
Sin embargo, existe una forma de acercamiento a la Biblia, a menudo llamada «devocionalismo», que, aunque bien intencionada, puede limitar nuestra comprensión de las Escrituras. Aunque reconocemos el valor de esta disciplina espiritual de tomarse el tiempo cada día para hacer devocionales personales, también debemos ser conscientes de las limitaciones de esta práctica.1
¿A qué nos referimos con «devocionalismo problemático»?
Estamos hablando de leer la Biblia principalmente con el fin de obtener una «palabra del día» o una «reflexión rápida», para sentirnos bien o recibir un ánimo instantáneo. Esto, por sí mismo, no es malo, pero se convierte en un problema cuando cae en alguna de las siguientes falencias.
1. Falta de contexto
Uno de los peligros más frecuentes del devocionalismo superficial es la tendencia a extraer versículos aislados de su entorno original. Imaginemos tomar una frase de una conversación compleja y sacarla de su contexto: su significado puede distorsionarse o incluso invertirse. Lo mismo ocurre con la Biblia. Cada pasaje fue escrito en un momento, lugar y cultura específicos, dirigido a una audiencia particular con propósitos definidos. Perder de vista el contexto histórico, cultural, literario y teológico de un pasaje más amplio, o incluso del libro completo, nos impide captar el mensaje completo y preciso que Dios quiso comunicar.
Cuando ignoramos el marco en el que un texto fue dado, las interpretaciones erróneas son casi inevitables. Un versículo que en su contexto original era una advertencia puede convertirse en una promesa personal, o una instrucción específica para una situación antigua puede aplicarse universalmente sin discernimiento. Esto no solo lleva a aplicaciones superficiales y a veces dañinas, sino que también nos priva de la riqueza y profundidad del plan redentor de Dios que se despliega a lo largo de toda la Escritura.
2. Subjetividad extrema
La lectura devocional, en su forma más problemática, a menudo prioriza en exceso la experiencia personal y la emoción del momento, diluyendo o incluso ignorando el anclaje fundamental en el significado original del texto. Nos acostumbramos a preguntar primero: «¿Qué me dice este versículo hoy?» o «¿Cómo puedo aplicar esto a mi situación?», en lugar de la pregunta crucial: «¿Qué quiso Dios comunicar a través de este autor, a esta audiencia original, en este contexto específico?». Esta inversión de prioridades nos puede llevar a proyectar nuestras propias ideas y deseos sobre el texto bíblico, en lugar de permitir que la Palabra nos confronte y nos forme según su verdad.
Como advierten Gordon Fee y Douglas Stuart, en su clásico La lectura eficaz de la Biblia:
«Un texto no puede significar lo que nunca significó. O para ponerlo de modo positivo, el verdadero significado de un texto bíblico para nosotros, es lo que Dios se propuso originalmente que significara cuando se expresó por primera vez. Este es el punto de partida […] Un texto no puede significar lo que nunca pudo haber significado para su autor o sus lectores».2
Esta subjetividad, desapercibida, puede transformar la Biblia de ser una fuente objetiva de verdad divina a ser un mero espejo donde proyectamos nuestras propias opiniones o deseos. La fe se convierte entonces en un sentimiento transitorio, y la interpretación bíblica en un ejercicio de ‘autoayuda espiritual’ que carece de la solidez y el poder transformador de la revelación de Dios. El propósito de la Escritura es informarnos sobre Dios, su carácter y sus caminos, para que nuestras vidas se conformen a su voluntad, no a nuestras preferencias momentáneas.
3. Dependencia de materiales auxiliares
Si bien los devocionales, ya sean libros, páginas web, o pódcasts hoy en día, son herramientas increíblemente útiles y valiosas para enriquecer nuestro caminar con la Biblia, el problema surge cuando se convierten en un sustituto de nuestra propia lectura directa y reflexiva de las Escrituras. En lugar de usar estas ayudas como complementos, a veces las convertimos en el canal principal a través del cual recibimos la Palabra, delegando así nuestra responsabilidad de interactuar personalmente con ella.
Cuando esto ocurre, nos volvemos dependientes de las interpretaciones de otros, ya sean pastores, autores o comentaristas, sin desarrollar nuestra propia capacidad para discernir, analizar y extraer el significado directamente de la Palabra de Dios. Esta dependencia puede atrofiar nuestro propio crecimiento espiritual y nuestra madurez en el estudio bíblico, impidiéndonos forjar una relación personal y robusta con las Escrituras. La verdadera madurez espiritual implica aprender a «masticar» la Palabra por nosotros mismos, permitiendo que el Espíritu Santo nos guíe directamente en nuestro entendimiento, usando las ayudas externas como apoyo, no como reemplazo.
4. Enfoque en lo superficial
El devocionalismo, en su vertiente problemática, tiende a priorizar el «sentir» por encima del «entender» y del «transformar». La meta principal de la lectura se convierte en obtener una dosis emocional de consuelo o inspiración, una especie de ‘subidón espiritual’ rápido. Si bien las emociones son parte de nuestra experiencia humana y la Biblia ciertamente conmueve el corazón, reducir su propósito a una mera fuente de buen sentir es subestimar su poder y su intención divina.
La Biblia no es solo para inspirar emociones. Como afirma 2 Timoteo 3:16-17, la Palabra de Dios es una herramienta multifacética para la instrucción, corrección y equipamiento para la vida cristiana, a fin de que el creyente «esté enteramente capacitado para toda buena obra». Un enfoque superficial y emocionalista nos roba la oportunidad de ser confrontados, desafiados y transformados en nuestro carácter y acciones, lo cual es el verdadero propósito de la Palabra en nuestras vidas.
5. Desconocimiento del panorama bíblico
Una de las consecuencias más graves de una lectura devocional fragmentada es el desconocimiento del panorama bíblico completo. Cuando saltamos de un versículo inspirador a otro, o de una historia conmovedora a otra, sin un plan de lectura o estudio sistemático, perdemos la visión de la Biblia como una narrativa grandiosa y coherente. La Escritura no es una colección de frases motivadoras o pensamientos profundos pero desconectados; es la historia unificada de la redención de Dios, desde la creación hasta la consumación, centrada en la persona y obra de Jesucristo.
Al no comprender esta «gran historia» (la metanarrativa bíblica), nos volvemos incapaces de ubicar pasajes individuales en su contexto más amplio. Esto no solo nos empobrece en nuestro entendimiento bíblico y teológico, sino que también dificulta ver cómo cada parte de la Escritura apunta a Cristo y cómo la historia de Dios se desarrolla progresivamente. La falta de este panorama integral puede dejarnos con una fe fragmentada, sin la solidez que proviene de entender el propósito eterno de Dios revelado a lo largo de toda su Palabra.
«Un texto no puede significar lo que nunca significó».
— Gordon Fee & Douglas Stuart
¿Cómo podemos superar este peligro?
No se trata de eliminar por completo el aspecto devocional de nuestra lectura bíblica, pues nuestro corazón anhela, y realmente necesita, conectarse con Dios diariamente. Más bien, la clave está en enriquecerlo con una lectura más intencional, profunda y rigurosa. Queremos una devoción que no sea superficial, sino una arraigada en la verdad y el significado que Dios quiso comunicar.
Aquí te damos algunas pautas prácticas para lograrlo:
- Lee en contexto: Para entender verdaderamente la Biblia, es crucial ir más allá de los versículos aislados. Dedica tiempo a leer capítulos completos o incluso libros enteros de la Biblia en una sola sesión. Esto te permitirá captar el flujo de ideas, los argumentos del autor y la trama general. Además, investiga el trasfondo histórico y cultural. ¿Qué estaba sucediendo en ese tiempo? ¿A quién se dirigía el autor? Conocer estos detalles te ayudará a entender por qué se escribió lo que se escribió y qué significado tenía para su audiencia original. Este tipo de lectura te protege de interpretaciones erróneas y te abre los ojos a la riqueza del mensaje.
- Haz preguntas: Una lectura profunda es una lectura curiosa. Al acercarte a un pasaje, no tengas miedo de hacerte preguntas fundamentales. Pregúntate: «¿Quién escribió esto?» y «¿A quién se escribió?». Entender al autor y a la audiencia es el primer paso. Luego, profundiza: «¿Por qué se escribió este pasaje en particular?» y, primordialmente, «¿Qué significaba este texto para su audiencia original?». Solo después de intentar responder a estas preguntas primarias podrás abordar con mayor precisión: «¿Cómo se aplica esta verdad hoy a mi vida y a nuestra iglesia?». Este proceso metódico te guiará del significado original a la aplicación relevante.
- Estudia sistemáticamente: Para evitar la lectura fragmentada que caracteriza al devocionalismo superficial, es fundamental adoptar un estudio sistemático. Considera usar planes de lectura bíblica que te guíen a través de libros completos de la Biblia o que exploren temas específicos a lo largo de varias semanas o meses. Hay muchos recursos disponibles que pueden ayudarte a mantenerte enfocado y a ver cómo las diferentes partes de la Escritura se conectan. Este enfoque te permitirá apreciar la Biblia como una narrativa coherente y «abrir el cofre» de la gran historia de Dios, en lugar de solo «coleccionar joyas» aisladas.
- Ora por entendimiento: El estudio bíblico no es meramente un ejercicio intelectual; es una disciplina espiritual. Siempre debemos acercarnos a la Palabra con humildad y dependencia del Espíritu Santo. Antes de empezar tu lectura, tómate un momento para orar por entendimiento. Pide a Dios sabiduría y discernimiento para comprender su Palabra no solo con la mente, sino también con el corazón. Reconoce que Él es el autor último de las Escrituras y que solo Él puede revelar las verdades profundas que transforman vidas. La oración abre tu mente y tu espíritu a la guía divina en tu estudio.
- Comparte y sigue aprendiendo: El estudio de la Biblia no tiene por qué ser una actividad solitaria. De hecho, a menudo se enriquece enormemente cuando lo compartimos con otros. Discute lo que lees con otros creyentes, ya sea en un grupo pequeño, con amigos o en un estudio bíblico formal. Las diferentes perspectivas de otros creyentes pueden iluminar pasajes que no habías entendido, desafiar tus suposiciones y enriquecer tu propia comprensión. El diálogo y la comunidad son herramientas poderosas para crecer en el discernimiento y la aplicación de la Palabra de Dios.
El objetivo final de nuestro acercamiento a las Escrituras no es meramente acumular datos o buscar un sentimiento fugaz, sino permitir que la Biblia nos hable en toda su infinita riqueza y complejidad. Queremos que su mensaje penetre en lo más profundo de nuestro ser, desafiándonos a crecer en cada faceta de nuestra vida. Esto significa ir más allá de la emoción momentánea para profundizar en un conocimiento sólido de Dios: quién es Él, cuál es su carácter, sus propósitos y sus caminos.
Este entendimiento nos impulsa a una fe genuina que no se basa en la subjetividad, sino en la verdad revelada. Una fe que nos capacita para vivir en obediencia a sus mandatos, no por obligación, sino como una respuesta natural a lo que hemos comprendido y creído. En última instancia, la verdadera devoción no es un fin en sí misma, sino el fruto ineludible de una comprensión profunda de quién es Dios y lo que Él ha revelado a través de su Palabra. Es un ciclo virtuoso donde el estudio nos lleva a la adoración y la adoración nos impulsa a un estudio más profundo, transformando nuestras vidas de manera integral y llevándonos a amar a Dios «con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente» (Mt. 22:37).