El libro de Daniel, último entre los Profetas Mayores y uno de los textos más fascinantes del Antiguo Testamento, es una obra que combina historia, profecía y apocalíptica de una manera única. En este artículo, exploramos los aspectos introductorios que rodean este libro: su autoría, el marco histórico en el que se desarrolla, su contribución teológica, y algunos puntos clave que revelan su importancia en la historia de la redención.
Prepárate para un viaje que nos lleva desde las cortes de Babilonia hasta visiones del futuro, ofreciendo un panorama profundo del plan divino para la redención de su pueblo.
Datos introductorios del libro de Daniel
Autor y fecha
Muchos eruditos conservadores están convencidos de que el libro de Daniel fue escrito por el profeta y estadista que llevaba ese nombre y que vivió como cautivo en Babilonia y Persia por más de cincuenta años, después de ser llevado en cautiverio en el año 605 a. C. Pero esta teoría la rechazan algunos eruditos que objetan algunos detalles específicos de las visiones proféticas que Daniel escribe. Las profecías de Daniel, según estos eruditos, no son «profecías», sino que fueron escritas después de que los acontecimientos sucedieron en la historia y se atribuyeron a Daniel para mostrar que estos grandes eventos ocurrirían a la larga.
De acuerdo a la evidencia del libro mismo, la cautividad de Daniel duró desde el tiempo del reinado de Nabucodonosor (Dan. 1:1-6) hasta el reinado de Ciro de Persia (Dan. 10:1), aproximadamente en el 536 a. C. Por lo tanto, Daniel debe haber escrito este libro en algún momento durante este período, o muy poco después.
Marco histórico
El libro de Daniel claramente abarca el período conocido en la historia del pueblo del pacto de Dios como cautiverio babilónico. Nabucodonosor llevó cautivos de Judá en tres ocasiones diferentes a partir del 605 a. C., y entre los que fueron llevados en el primer grupo estaban Daniel y sus compañeros. La oración de Daniel en el capítulo 9 del libro se fecha en el año 538 a. C., el mismo año que Ciro de Persia promulgó el decreto que hizo posible que los cautivos regresaran a Jerusalén para restaurar la tierra y reedificar el templo (Esd. 1:1-4).
Contribución teológica
La principal contribución del libro de Daniel viene de su naturaleza como profecía apocalíptica. De lenguaje altamente simbólico, la profecía de este libro se relaciona con acontecimientos del futuro lejano desde la perspectiva de Daniel, pero aun hoy en día contiene un mensaje asombroso para nuestra posición desde las páginas del Nuevo Testamento.
El libro de Daniel ofrece una contribución teológica significativa al presentar la soberanía absoluta de Dios sobre las naciones y los acontecimientos de la historia. A través de sus visiones y profecías, Daniel revela que los reinos terrenales, aunque poderosos, están bajo el control de Dios, quien establece y quita reyes según su voluntad. Esta soberanía divina culmina en la profecía del establecimiento de un reino eterno, gobernado por el Mesías, un reino que no será destruido y que dominará sobre todos los demás. Este mensaje subraya la esperanza escatológica en el poder supremo de Dios y la certeza de que, a pesar de la opresión y las pruebas, su propósito redentor se cumplirá plenamente en la venida del Mesías.
Consideración especial
El capítulo 9 de Daniel es un pasaje fascinante. Combina lo mejor de la piedad bíblica con la profecía bíblica. El estudio que hizo Daniel de la profecía de Jeremías sobre los setenta años de cautividad (Jer. 25) lo llevaron a pedir la intervención divina en favor de su pueblo (Dan. 9:1-19). La respuesta del Señor vino por medio del ángel Gabriel, que dio a Daniel la profecía de las setenta semanas o setenta sietes (Dan. 9:20-27). Las setenta semanas, según las ve el profeta, generalmente se interpretan como semanas de años, es decir, 1 semana = 7 años. Entonces, la profecía trata acerca de los siguientes 490 años en el futuro del pueblo del pacto de Dios.
Quizás los números redondos de esta profecía debieran indicarnos que es peligroso fijar fechas específicas de su cumplimiento. Pero podemos afirmar con seguridad que el final de los 483 años profetizados por Daniel nos llevan al período general del ministerio de nuestro Señor Jesucristo, en el primer siglo de nuestra era. La semana final de la profecía parece ser simbólica del tiempo entre la ascensión de Cristo y su segunda venida.
Claves de Daniel
- Palabra clave: Programa de Dios para Israel. El libro de Daniel fue escrito para animar a los judíos exiliados mediante la revelación del programa soberano de Dios para Israel durante y después del período de dominio gentil. Los «tiempos de los gentiles» (Lc. 21:24) comienzan con la cautividad babilónica y por muchos años Israel sufriría bajo las potencias gentiles. Pero este período no es permanente, y vendrá el tiempo cuando Dios establecerá el reino mesiánico que durará para siempre.
- Versículos claves: Daniel 2:20-22 y Daniel 2:44.
- Capítulo clave: Daniel 9. La profecía de Daniel de las setenta semanas (Dan. 9:24-27) da un marco cronológico de la predicción desde el tiempo de Daniel hasta el establecimiento del reino mesiánico.
Síntesis de Daniel
Historia personal de Daniel (cap. 1)
El primer capítulo establece el escenario para el resto del libro mediante la presentación de Daniel y sus tres amigos: Ananías, Misael y Azarías. Los cuatro jóvenes hebreos son llevados cautivos a Babilonia en una de sus incursiones contra Judá en el año 605 a. C. Siendo inteligentes y prometedores, se les asigna a un plan especial de entrenamiento como siervos en la corte del rey Nabucodonosor; como parte de este plan, se les cambia los nombres y la dieta para reflejar la cultura babilónica, en un intento por arrancarles su identidad judía. Pero Daniel y sus amigos se enfrentan al desafío y prueban que su alimentación judía es superior a la dieta babilónica. Los jóvenes crecen en sabiduría y conocimiento, y ganan el favor de la corte del rey.
El plan profético para los gentiles (caps. 2–7)
En la segunda sección principal del libro (caps. 2-7), Daniel y sus amigos se enfrentan a pruebas adicionales para probar que, aunque son cautivos en un pueblo pagano, el Dios soberano a quien adoran está en control todo.
Solo Daniel puede narrar e interpretar el perturbador sueño de Nabucodonosor sobre la gran estatua (cap. 2). Dios le da una sabiduría especial a Daniel para predecir cómo en forma soberana levantará y depondrá cuatro imperios gentiles. Debido a la posición exaltada revelada en el sueño, Nabucodonosor levanta una imagen de oro y exige que todos se inclinen ante ella (cap. 3). La persecución y preservación de los amigos de Daniel en el horno de fuego, nuevamente, ilustran el poder soberano de Dios.
Después que Nabucodonosor se niega a responder a la advertencia de su visión del árbol (cap. 4), es humillado a la condición de un animal salvaje hasta que reconoce la supremacía de Dios y la necedad de su soberbia. Más tarde, la fiesta de su hijo Belsasar marca el fin del imperio babilónico (cap. 5). Belsasar es juzgado debido a su arrogante desafío contra Dios.
En el reinado de Darío, una conspiración contra Daniel es frustrado cuando Dios lo libra en el foso de los leones (cap. 6). La valerosa fe de Daniel se ve recompensada, y Darío aprende una lección acerca del poder del Dios de Israel.
La visión de las cuatro bestias (cap. 7) complementa la visión de la estatua formada por cuatro partes en el capítulo 2, en su presentación de los imperios babilónico, persa, griego y romano.
Plan profético para Israel (caps. 8–12)
El enfoque del capítulo 8 es una visión del carnero y el marcho cabrío que muestra a Israel bajo los imperios medo-persa y griego. Alejandro el Grande es el cuerno grande de Dan. 8:21 y Antíoco Epífanes es el cuerno pequeño de Dan. 8:9. Después de la oración de confesión de Daniel por su pueblo, tiene el privilegio de recibir la revelación de las setenta semanas, incluida la muerte expiatoria del Mesías (Dan. 9:26). Allí se da la cronología del plan perfecto de Dios para la redención y liberación de su pueblo. Luego hay una gran visión que da asombrosos detalles de la historia futura de Israel (caps. 10-11). El capítulo 11 hace una crónica de los futuros reyes de Persia y Grecia, la guerra de los ptolomeos de Egipto y los seléucidas de Siria, y de las persecuciones lideradas por Antíoco. Pero en el «tiempo del fin», el pueblo de Dios será salvo de la tribulación y resucitará (cap. 12).
La particular importancia de Daniel en la historia de la redención
El libro de Daniel ocupa un lugar clave en la narrativa bíblica sobre la redención y el establecimiento del reino del Mesías, cuya culminación se encuentra en la persona de Jesús y el Nuevo Testamento. A través de sus visiones y profecías, Daniel proporciona una perspectiva sobre el dominio de Dios en medio de los imperios humanos y señala hacia un reino eterno que se cumple en Cristo.
Contexto histórico y profético
Como hemos visto, Daniel es llevado cautivo a Babilonia y se convierte en una figura influyente en la corte real. Allí, recibe visiones que revelan el destino de los imperios gentiles que gobernarían sobre Israel y el advenimiento de un reino divino. Entre estas visiones se encuentran el sueño de la estatua en Daniel 2, que describe una sucesión de imperios terrenales reemplazados por el reino eterno de Dios, y la visión de las cuatro bestias en Daniel 7, que predice el surgimiento del «Hijo del Hombre» que establecerá un reino eterno.
El reino eterno y el Mesías
Uno de los aspectos más significativos del libro de Daniel es la profecía de un reino que no será destruido. En Daniel 2:44, se profetiza que «en los días de estos reyes el Dios del cielo establecerá un reino que jamás será destruido». Este reino, simbolizado por una piedra que destruye la estatua de los imperios humanos, es una representación del reino mesiánico que prevalecerá sobre todos los gobiernos terrenales.
Daniel 7:13-14 también describe la visión del «Hijo del Hombre» que recibe un dominio eterno, lo que es claramente una referencia a Jesús, el Mesías (Mt. 24:30; 26:64).
Cumplimiento en el Nuevo Testamento
El Nuevo Testamento revela cómo estas profecías se cumplen en Jesús. En Mateo 24:15, Jesús hace referencia directa a la «abominación desoladora» mencionada en Daniel 9:27, instruyendo a sus discípulos sobre los eventos finales y vinculando esta profecía con la caída de Jerusalén ante los ejércitos romanos en 70 d. C. Además, en Lucas 21:24, Jesús hace eco de las profecías de Daniel al hablar del tiempo en que Jerusalén será pisoteada por las naciones gentiles, anticipando el inminente establecimiento del reino de Dios.
El libro de Daniel, por lo tanto, no solo ofrece una visión profética sobre el dominio de Dios en la historia de las naciones, sino que también apunta hacia el cumplimiento de las promesas mesiánicas en Jesús. Este vínculo entre las profecías de Daniel y los eventos del Nuevo Testamento muestra la continuidad de la narrativa bíblica y la realización de la redención a través de Cristo.
Conexión con el Apocalipsis
El libro de Daniel también tiene una conexión muy especial con el libro de Apocalipsis, el último libro del Nuevo Testamento. A Daniel se le instruye que selle el libro porque aún «falta mucho» para que llegue «el tiempo del fin» (Dan. 8:26; 12:4). Esto indica que el cumplimiento de las profecías de Daniel estaba destinado a ocurrir en un futuro lejano desde su perspectiva.
En contraste, en Apocalipsis 22:10, Juan recibe la orden de no sellar las palabras de la profecía de este libro porque «el tiempo está cerca». Esta instrucción refleja que el tiempo para el cumplimiento de las visiones y profecías que Juan describe está próximo, marcando una diferencia significativa respecto al libro de Daniel. Esta diferencia en las instrucciones subraya la proximidad del cumplimiento de las revelaciones de Juan en comparación con las profecías de Daniel.
La conexión entre Daniel y el Apocalipsis revela una continuidad en la revelación profética y una progresión hacia el cumplimiento de las promesas mesiánicas. Mientras Daniel profetiza un futuro distante con visiones de un reino eterno, el Apocalipsis de Juan señala la inminencia del cumplimiento de estas profecías. Juntos, estos dos libros proporcionan una narrativa coherente sobre la soberanía de Dios, la llegada del reino mesiánico, y la realización de la redención en la persona de Jesús.